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Troles y Traductores
Notas desde debajo del puente

Traducido al español por Josep Llobera Capllonch

Los puentes son cosas útiles. Impiden que los barcos grandes vayan demasiado lejos, proveen soporte en el que candar al presumiblemente amor –probablemente rollo pasajero– de tu vida, proveen un bonito mirador desde donde sacar fotos a barcos grandes haciendo marcha atrás después de percatarse de que no pueden ir más lejos.

 

Y también permiten cosas moverse de una orilla a otra. O, en un sentido metafórico, desde un lugar aislado a otro. Ahora, los romanos eran bastante adeptos a construir puentes para permitir a las legiones, mercancías y Russell Crowe cruzar los ríos y arroyos de su vasto imperio. Y tal vez fuera esa disposición cultural para la conexión la que los influenció a percibir el desplazamiento de significado de un lenguaje a otro de una misma manera. De ahí que nuestra palabra traducción derivara del término latín traductĭo, el cual significa “llevar a través”.

 

Así que cuando hablamos de traducir entre lenguas, nos podemos imaginar los significados infundidos en las expresiones de una lengua siendo transportados a la otra. Y, así como las legiones, mercancías y un Russell Crowe con barriga cervecera, este significado no puede simplemente saltar de un lado al otro, sino que necesita una base sólida encima de la cual poder desplazarse. Y esa base sólida, ese puente –tan a menudo andado sin un momento de reflexión– es el traductor o, menos elocuentemente, el llevatravesador.

 

De ahí la razón detrás de este blog. Me gustaría ofrecerte un vistazo de lo que acontece debajo del puente, esa guarida donde habitan troles y traductores por igual, cuando una obra es traducida desde una inaccesible “otra parte” al privilegiado mirador cultural y lingüístico desde donde estás leyendo cómodamente ahora mismo.

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